Mientras otros buscan oro, yo persigo los destellos
de esos faros que, apostados en mullidos camalotes,
flotan a la deriva.
Ahogo la mirada.
Cierro los ojos y, por un momento,
aquellas lágrimas de luz que iluminan el mapa,
se apagan.
Dejan de latir.
Traman señales huecas y permanentes
que se desplazan ilusorias mientras avanzo.
Entonces,
perfilo a pulso los planos de esta
"cartografía moteada para caminar sin ver"
mientras exploro, analizo y sondeo.
Y aunque, llegado el caso,
haciendo acaso estas cosas, no puedo ir lejos,
esos primeros destellos persisten en la retina.
Asombrándome.
Cambiando aguas de faros por bosques de luciérnagas.
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